Por Héctor Rubini Economista de la Universidad del Salvador (USAL)
El impacto del Covid-19 sobre la peculio mundial todavía está en un demarcación de conjeturas inciertas, pero ya empiezan a conocerse algunas cuantificaciones preliminares.
Dos economistas del Centro de Análisis Macroeconómico Aplicado de la Universidad Nacional de Australia, Warwick McKibbin y Roshen Fernando, han estimado seis escenarios post pandemia. El más jovial supone que luego de un pico de la invasión mundial en esta época del año y un hijuelo leve en 2021, y que una vacuna eliminaría futuros rebrotes ya a partir del año próximo En ese caso resultaría una estimación de pérdidas globales por unos U$S 14,7 billones (“trillion”, en inglés). El más pesimista asume posteriormente de este año cuatro rebrotes mundiales de la enfermedad en el mundo en dos abriles, con pérdidas acumuladas hasta el año 2025 por U$S 35,3 billones.
El rango de inteligencia de la enfermedad y de su impacto financiero es conveniente variable según el estudio de estos investigadores. Para Argentina, por caso, estiman un rango de infectados entre 12.969 y 45.392 personas para este año, y entre 6.485 y 64.835 contagiados para el año próximo. Para Brasil, entre 612.254 en 2020 y 2.142.888 en este año y entre 306.127 y 3.061.268 en 2021. Según los economistas australianos los países más afectados en 2020 van a ser Rusia, Estados Unidos y China.
En el atmósfera más jovial estarían sujetos a pérdidas de PBI (en cada caso) de U$S 2,8 billones, U$S 2 billones y U$S 1,9 billones, respectivamente. En el más pesimista, las estimaciones de dichas pérdidas son de U$S 4,2 billones en Rusia, U$S 2,9 billones en Estados Unidos y U$S 2,8 billones en China. En el atmósfera más jovial para América Latina en este año, uno y otro economistas estiman pérdidas de PIB por U$S 122.180 millones en Argentina, U$S 607.080 millones en Brasil y U$S 170.830 millones en México. En el peor, las estimaciones ascienden a U$S 182.640 millones en Argentina, U$S 908.910 millones en Brasil y U$S 258.120 millones en México.
Los autores admiten que el futuro sigue siendo extremadamente incierto. En particular, observan que la preocupación de la mayoría de los países (no sólo de los gobiernos) es sobre con qué frecuencia ocurrirán futuros rebrotes, y cuán elevados serán los costos tanto de replicar con medidas de aislamiento y fortalecimiento de los sistemas sanitarios, los de la alternativa de optar por no hacerlo. También reconocen que es incierta la disponibilidad de una vacuna antiguamente de que ocurran potenciales rebrotes, y en caso de que eso ocurra, cuáles serían las opciones de intrascendente coste para contraponer nuevas oleadas de contagios y muertes, y si las mismas serán las que elegirán los gobiernos.
Una advertencia que formulan McKibbin y Fernando es sobre el eventual retiro prematuro de los estímulos fiscales a la demanda y la ofrecimiento agregada. En palabra de los autores: “retirar el apoyo macroeconómico y crear “acantilados fiscales” fijando fechas de vencimiento de políticas de apoyo fiscal es probable que empeoren la incertidumbre y que incrementen los costos económicos”. Esto va a ser el principal problema, yuxtapuesto con la definición de políticas sanitarias y productivas coherentes para los próximos abriles, que enfrentarán todos los gobiernos, y no sólo los que enfrentan problemas para aumentar el desembolso notorio (y no sólo en lozanía) y financiarlo.
Como observan los economistas australianos, los desafíos para los próximos abriles de todos los gobiernos son el combate a la pandemia contemporáneo, las mutaciones de virus y otros microorganismos que pueden tornarse resistentes a la bono de vacunas y otros productos farmacéuticos, la falta (subestimada en buena parte del mundo) de establecer el impacto del cambio climático y de las políticas para mitigar sus consecuencias adversas. Algo que deja en evidencia la falta de darse políticas aislacionistas frente a shocks de origen natural que ignoran las fronteras nacionales.
Mientras tanto, la pandemia seguirá avanzando y sus posesiones negativos (cualquiera sea el atmósfera) para 2020 ya están fuera de discusión. Nuevamente el FMI ha despabilado días detrás que el 90% de los países del mundo cerrarán 2020 con un PIB per cápita inferior al de un año detrás. Algo que con no muchas diferencias podría repetirse el año próximo.
No son pocos los economistas que desde hace varios días vienen advirtiendo sobre el apresuramiento en pronosticar un resurtida vigoroso en forma de “V” para varios países desarrollados. La frase “Goodbye Victory V, Hello Worry W” que apareció en algunos sitios de Internet es un llamado a cierta sensatez. No sólo para el estudio financiero sino para los responsables de política. Para muchos economistas el atmósfera más probable será de subas y bajas, siguiendo la forma de un serrucho por varios trimestres. En el mismo cada gobierno deberá atreverse cómo y en qué plazos aumentar o retirar los mecanismos de apoyo financiero para sostener el sistema de lozanía, los ingresos de los trabajadores y la supervivencia de las empresas. Lo peor que podría esperarse para la post-pandemia sería un atmósfera con una destrucción de empresas tal que torne más improbable encontrar empleo, y no sólo para los nuevos entrantes al mercado profesional.
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