Por Augusto Milano
Se picó (aún más) el clima político en Argentina y las facciones más extremas de entreambos lados de la raja se tiran con todo. Fue poco que empezó “tranquilo”. Una suerte de “repolitización” sana tras varias semanas de Alberto Fernández copando la parada por la pandemia (en las crisis, aquí y allá, el cabecilla de Estado centraliza), pero el maridaje se puso feo e hizo metástasis rápido. Se fue de las manos.
Algunos temas (como Vicentin) habilitan lógicamente clivajes y discusiones, como en toda democracia, pero ya estamos en una grado superior, más vertiginosa y generalizada, que no permiten discutir falta sin consignas altisonantes. Hoy, cualquier cosa agrieta y se vuelve una disputa agonal. También, vale asegurar, es poco que excede a la dirigencia política que a veces siquiera es quien enciende la chispa o tira la primera piedra. Aunque deba ser la dirigencia, eso sí, la que reconduzca y represente. La democracia da revancha cada veinticuatro meses.
La semana que pasó fueron un teatro infeliz de algunos sectores del oficialismo procurando instalar más rápido que la Justicia la idea de que Mauricio Macri había montado la red de espionaje más conspicuo desde la recuperación de la democracia. A poco de que se confirmara el crimen de Fabián Gutiérrez en El Calafate, Juntos por el Cambio emitió un documento, cuantos menos apresurado, que llevaba como título “Un crimen de la mayor gravedad institucional”. Horas antaño, Twitter ya había resuelto el caso. La semana que arranca hoy no augura un alucinación sin turbulencias.
Ya no importa quién haya tirado la primera piedra. El peligro de la agrietización acelerada es que deslizamiento a dirigentes con peso institucional que apostaron, por estilo político e imposición del contexto (seguimos en pandemia y depresión económica), a calmar las aguas y encontrarle una revés. Apuesta que tuvo, incluso, moral social temprana. Suena verosímil que, dada las problemáticas imperantes, se premie la encargo transversal. Aun hoy. Porque no todos compran la raja y quieren, sin más, radicar mejor.
Pero se fueron rompiendo los puntos de contacto y eso hará difícil poner los paraguas necesarios en ciertos temas. Nada es para siempre en Argentina, pero la tendencia centrífuga (polos que licúan el centro) no es alentadora y, ni platicar, muy inoportuna. Como si faltaran problemas.
La grado idílica de cooperación trasversal es casi un pasado remoto. Que la pica se ponga peor es el marco cojín inductivo porque el derretimiento de la capital abroquelará posiciones (retroalimentado la caída) y las próximas elecciones (que ordenan y depuran el sistema político) están a más de doce meses perspectiva. ¿Ya arrancó la campaña? Las fuerzas centrífugas pueden pincharse el centro, poco que hará más compleja la recuperación de una capital que puede tener una caída de 15% del PIB en 2020. La veterano de su Historia, y vaya si hubo crisis. Hará, asimismo, el clima genérico más irrespirable. Cuanto menos, para esa mayoría silenciosa que no se alimentan de la raja.
“Dentro de la alianza JxC tenés dos sectores divididos por su grado de responsabilidad presente y futura de gestión”, dice Lucio Guberman delante El Economista. “El eje ‘halcón’ de Mauricio Macri y Patricia Bullrich y el eje ‘paloma’, liderado por Horacio Rodríguez Larreta, que tienen responsabilidades de gestión y restricciones presupuestarias que deberán financiar con el apoyo nacional luego”, agrega. En los últimos meses, hubo un enroque. “En un principio, el eje ‘paloma’ sabía que, cooperando, subía en las encuestas. Ahora, con el creciente cansancio con la cuarentena, va a ser más difícil esa cooperación porque es menos rentable y hubo un cambio de incentivos a favor de la fórmula de los ‘halcones’. Aún no está dada vuelta del todo, pero la posición de las ‘palomas’ será más difícil de sostener”, señala Guberman. Según pudo entender El Economista, el comunicado que emitió JxC el sábado, firmado por las autoridades de todos los partidos que integran la coalición, tras el crimen de Rodríguez, no cayó admisiblemente en el ala paloma, que excede a Larreta e incluye a otros actores cambiemitas, desde Gerardo Morales a intendentes amarillos y correligionarios de la provincia de Buenos Aires. Muchos de estos últimos ya habían cuestionado a Alfredo Cornejo por arrastrarlos con sus declaraciones sobre la emancipación de Mendoza. Dentro de la coalición opositora, las palomas son sectores con menos cargos en las estructuras partidarias, pero con veterano peso territorial. El comunicado de JxC contribuyó a exacerbar aún más la tensión en el sistema político, y por otra parte dejó en evidencia fisuras internas, tanto adentro del PRO como de la UCR. Fue a pura pérdida.
¿La casta llegará al río? Ante El Economista, el analista Federico Zinni dice: “Esa tensión existe y se ve cada vez más claro, pero también es verdad que, hasta ahora, no se tradujo en rupturas concretas. El especio opositor tiene tensiones, pero en la práctica está funcionando mucho más cohesionado de lo que hubiéramos esperado. Las dificultades del oficialismo para llevar adelante la agenda en la Cámara Baja es la muestra palmaria de eso. Creo que son muchos elementos que juegan ahí. En parte, que Macri esté corrido de la escena hace menos tentador a los opositores moderados a salirse de ese plato (que no tiene un liderazgo cerrado) y, por otro lado, la incertidumbre respecto al futuro económico también le pone un poco de freno al acercamiento de esos opositores al Gobierno”.
Los sectores oficialistas más cercanos al Presidente son menos progrieta que aquellos más cercanos a Cristina Kirchner, que crecieron con la raja y creen en ella. Los albertistas son las palomas del Frente de Todos. Estilo, contexto y organización nutren esa recta de bono, que había arrancado muy admisiblemente. Con el Presidente tomando el centro de la espectáculo con una reacción con moral social delante la amenaza del Covid-19. La pandemia generó una memorándum de trabajo admisiblemente concreta que, incluso, permitió consolidar a las palomas de entreambos lados y habilitó a ilusionarse con la inclusión de otros temas y actores en una memorándum de trabajo pospandémica. Agenda de trabajo que será ardua porque el rebelión será durísimo y la soja no volará a US$ 600.
“Estamos ante una recaída de la polarización y JxC busca, como hizo siempre, traer de vuelta a Cristina”, dice Julio Burdman. “Eso, obviamente, le complica a Fernández sus chances de convertirse en un líder con personalidad propia y queda arrastrado en una historia preexistente”, agrega. La encerrona “obliga” al cabecilla de Estado a dar una prueba de vida y desmarcarse de Cristina. Mandarla al exilio. Lo que JxC no pudo hacer. Demostrar que él no es ella. “Alberto, ¿cómo te llevás con Cristina?”. Casi una pregunta obligada para las entrevistas que concede Fernández (a medios de todo tipo), que ayer salió a desmentir un artículo de Infobae que sostenía que Eduardo Duhalde le había dicho: “Te la tenés que sacar de encima ya”. El cabecilla de Estado tuiteó: “Que no nos dividan con mentiras”.
Por supuesto, desde el oficialismo (palomas y halcones por igual) salieron a reponer sin contemplación al comunicado de JxC y se terminó de conformar un marco de confrontación abierta y generalizada en la que predominan los sectores más duros de cada una de las coaliciones. Desplazando o arrastrando a una método binaria a los que intentan prolongar abiertos los canales.
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